martes, octubre 20, 2009

CASTELSARDO.



Catedral de San Antonio Abad.







Artesanía típica en Castelsardo.



Iglesia de Santa María.



Cestas de fibras vegetales.




Tras doblar una curva de la carretera, apareció Castelsardo ante nuestros ojos, dominando, majestuosa, una colina sobre el mar. Recuerdo que pensé que era el pueblo que, supongo, resultaría de mezclar Peñíscola con Morella. Lo mismo no tiene nada que ver pero lo cierto es que se me pasó por la cabeza y una vez más me resultó todo enormemente familiar.

Empezamos la visita en la parte más alta del pueblo, en el castillo medieval que perteneció en su día a la familia de los Doria, fundadores de Castelsardo. Actualmente, recoge en su interior un museo que muestra piezas antiguas de artesanía. El castillo, en mi opinión, está muy remodelado, y cuesta ponerse en situación e imaginar cómo discurría la vida antaño. No parece un típico castillo medieval, eso sí, sus vistas sobre la ciudad no tienen desperdicio.

Las callejuelas estrechas, repletas de plantas y suelos empedrados, invitan a perderse. Son casi laberínticas, y recorrerlas es un placer para los sentidos. El olor a mar, el sonido de las olas golpeando fuertemente las rocas, la luz, la brisa, el sol, la vida que discurre lenta y la tranquilidad que se respira, hacen que inevitablemente una sienta cierta paz mientras pasea, y casi se llega a olvidar los múltiples, agotadores e inagotables desniveles y escalones que presiden alguna de sus calles.

Llegamos a la Iglesia de Santa María que fue construida en la época medieval. No es muy rica en ornamentos pero merece la pena visitarla. Es sencilla, y eso precisamente la hace más valiosa. Dentro, se puede disfrutar de unos hermosos altares de madera, una antigua estatua de San Francisco, y una capilla que alberga un Cristo Negro, considerado el más antiguo de la isla. Es en esta iglesia, donde el Lunes Santo, comienza la más interesante y característica procesión de Semana Santa en Cerdeña. Se denomina la ceremonia del Lunissanti, y se remonta, probablemente, al siglo XI. Durante la procesión, en el pueblo se apagan todas las luces y los callejones, plazas y pasos son iluminados por antorchas de los fieles, creando una atmósfera única.

Y paseando, paseando llegamos hasta la Catedral de San Antonio Abad, patrón de la ciudad. Me hizo sonreir recordando tiempos pasados, porque este santo es casamentero, vamos, que quien quiera novio/a que rece a San Antonio. La iglesia es del siglo XVII, y se encuentra ubicada junto a un acantilado con una panorámica preciosa. El campanario está separado de la iglesia y fue originalmente un antiguo faro. El interior es predominantemente gótico, y la fachada tiene una forma peculiar.

Tras las visitas obligadas, encontramos un rincón perfecto para comer y cerramos este capítulo con un buen sabor de boca, disfrutando de un hermoso paisaje y una comida deliciosa. Inolvidable.

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